Es el opio más consumido para evitar afrontar el terrible miedo al riesgo, así como el veneno más efectivo contra nuestra propia creatividad.
En definitiva, sin desafíos, nuestra vida se torna en una lenta y cruda agonía. Simplemente pasa.
Bien es cierto que en un mar de aguas turbulentas, llega un momento en el que uno se cansa de nadar contracorriente y luchar, dejándose llevar para no sufrir y muriendo, finalmente, ahogado en el aburrimiento.
Ésa es la rutina, fuente de gran parte de nuestros errores en este juego sin instrucciones que es la vida.
Pero, como toda enfermedad, tiene soluciones... la trampa de la rutina se desarma mirando excepcionalmente lo no excepcional. Grande.
No podemos esperar cruzarnos todos los días con un zeppelín a vuelo raso repleto de llamativas vedettes, supongo; pero podemos disfrutar de la escucha activa de un tema clásico, de aquellos a los que nunca hemos prestado la atención merecida, o de la cata ciega de la última extravagancia culinaria que hayamos creado con nuestras manos, siguiendo cualquier receta de un blog de cocina.
Hay mil salidas.
Pero cuidado, hay un ámbito de nuestras vidas en donde este mal es más endémico y hace mayor mella que en ningún otro, el amor, el cual se evapora al calor de la rutina, que lo pudre y lo seca.
No obstante, como ya decía en el párrafo anterior, esto se puede dar la vuelta para jugar a nuestro favor, pues es este preciado tesoro el mejor antídoto para matar la rutina, permitiéndonos disfrutar de la sorpresa en cualquiera de los gestos más básicos, obvios y sinceros con los que nuestra pareja nos deleite.
Ahora bien, conviene que no equivoquemos tampoco el ritmo de las cosas, pues confundir la constancia con la rutina, es como dejar de suspirar porque ya estamos respirando.
En definitiva, no aminoremos el ritmo de la vida, no cejemos en el empeño y persistamos, pero siempre con la consciencia del que disfruta cada uno de los latidos.
P.D. Inicié este post en un día afectado por la poderosa y agobiante lacra de la rutina, leyendo y redactando a partir de algunos fragmentos e ideas encontrados en Internet, con el fin de motivar un cambio a partir del día siguiente.
Funcionó, aún no habiendo tenido tiempo libre hasta hoy para afinarlo y publicarlo.
Respiro mejor.
Por desgracia, éste es un ejercicio que he de ejecutar a menudo, si bien, el conocimiento de su existencia y el manejo de algunas de sus posibles vacunas, ayudan a hacerla más liviana.
Os lo recomiendo.